De
"Los adioses " 1960
Sólo para alcanzarte escribí este
libro.
Noche a noche,
en la helada madriguera
cavé mi pozo más profundo,
para que surgiera, más alta,
el agua enamorada de este canto.
Yo sé que un día las gentes
querrán saber por qué hay tanto
rocío en las praderas,
yo sé que un día
irán ansiosas a los campos,
seguirán los hilos de los prados,
y a través de las florestas
llegarán hasta mi pecho,
y comprenderán,
-lo siento, estoy sintiéndolo-,
que es mi amor quien platea por
ti el mundo en las mañanas,
y verás esta hoguera.
Desde ciudades enterradas,
desde salones sumergidos,
desde balcones lejanísimos,
verás este amor,
y escucharás mi voz
ardiendo de hermosura,
y comprenderás que sólo por ti he
cantado.
Porque sólo por ti estoy
cantando.
¡Sólo por ti resplandece
mi corazón extraviado!
¡Sólo para que me veas,
ilumino mi rostro oscurecido!
¡Sólo para que en algún lugar me
mires
enciendo, con mis sueños, esta
hoguera!
¡El Mudo,
El Amargo,
El Que Se Quedaba Silencioso,
te habla ahora a borbotones,
te grita cataratas, inmensidades!
Algún día amarás,
alguna vez
en las lianas de la ternura
enredada
comprenderás que cuando el dolor
nos llega
es imposible hablar;
cuando la vida pesa, las manos
pesan:
es imposible escribir.
¡El hombre enceguecido
no escucha las campanadas
silenciosas de la hierba,
hasta que encuentra en los
caminos,
como culebra, su antigua piel,
y reconoce entre las ruinas
su vieja máscara oxidada,
y descubre agujeros rotos
do eran ojos fulgurantes,
porque el tiempo crudelísimo
injurió el Rostro Puro,
y los años nos pusieron
anteojos de melancolía,
con los ojos que se mira la
ruina,
el otoño,
la grosura de las mujeres!
Surge entonces
el Dolor inextinguible,
cual surge ahora esta voz
que llora por los días hermosos,
cuando la vida era azul.
Porque todo lo que nace ha de
morir.
¡No digo más porque me entiendes!
Tú sabes que sólo quiero
que, en algún lugar, leas esta
carta,
antes que envejezcan los carteros
que te buscan
a la salida de las iglesias,
entre las recién casadas,
a la hora del jazmín rendido.
¡Quiero que el rayo de mi ternura
traspase con lanza a los que no
conozco,
y salte noche hirviendo
a los ojos de los que abran este
libro,
y en algún lugar
un día de este mundo,
me oigas
y te vuelvas,
como quien se vuelve extrañado
al sentir detrás el resplandor de
un incendio,
y comprendas que estoy ardiendo
por ti,
quemándome
sólo para que veas,
desde
tan lejos, esta luz!